
Joaquín Asensio
Economista
Ex Subdirector General en el Puerto de Barcelona
En un anterior artículo publicado en este mismo medio, “Coronavirus: economía y ética”, intenté opinar respecto a la dicotomía entre vidas y economía. Es una elección difícil para todos los gobiernos del mundo. ¿En qué medida salvar la economía puede justificar perder vidas? Mi respuesta sobre esta cuestión fue rotunda: la vida humana tiene un valor infinito por lo que no es justificable la elección. La labor fundamental de los gobiernos debe ser, ahora, sin lugar a dudas, la de salvar vidas. La “maquinaria” del Estado y del país debe dirigirse en primer lugar a proteger las vidas de sus ciudadanos: La economía debe estar al servicio del bienestar de las personas y satisfacer sus necesidades, la condición necesaria, pero no suficiente, para esta satisfacción, es mantenerlas vivas. Parece que sea de Perogrullo, pero es necesario recordarlo cuando este tema sale a debate, por si hubiese dudas.
Sentado este principio previo: la prioridad sanitaria en todas las acciones de los gobiernos. La segunda preocupación ha de ser la de minimizar los efectos económicos de la pandemia. Sobre estos efectos y las posibles medidas trasladé unas reflexiones en otro artículo, “Coronavirus: después del Día D”. Concluía que el principal objetivo del Gobierno debe ser el de recuperar la demanda interna, una vez finalizada la crisis sanitaria. Para el cumplimiento de este objetivo es necesario adoptar dos tipos de medidas, que deben estar sustentadas en un plan económico. Las primeras, durante el periodo de confinamiento, proveer de las necesidades básicas de los ciudadanos y garantizar una renta que les permita pagarlas y mantener “vivas” las empresas para que estén en disposición de ponerse a funcionar cuando se active la economía. Las segundas, a partir de ese momento, recuperar el nivel de actividad de la economía lo más pronto posible y evitar que se entre en una espiral recesiva. Lo que se viene a denominar en foros económicos de tratar de que la recuperación sea en “uve” y no en “u”. Para ello es fundamental dar confianza a los agentes económicos, familias y empresas, de que se van a poner todos los recursos necesarios para conseguirlo.
También señalé que una crisis de estas características y magnitud, es imposible que la pueda solventar el Gobierno español por si solo y localmente. Una crisis global, mundial, se debe afrontar desde un punto de vista global, bajo el lema de “soluciones globales para problemas globales”. La propia canciller Merkel, no caracterizada por sus posiciones alarmista, ha venido a definir estos momentos como ”la crisis más profunda después de la Segunda Guerra Mundial”.
La profundidad de la crisis que se avecina, ya no es hipotética. Es una realidad. Los últimos datos comunicados sobre el empleo durante el mes de marzo en España, indican una destrucción de más de 300.000 puestos de trabajo, cifra record histórica en un solo mes, todo ello sin contar con los trabajadores sometidos a ERTEs (más de 800.000). Este dato, no por esperado, confirma el proceso recesivo a que se enfrenta nuestra economía, máxime cuando, parece ser, que esa pérdida de empleo se ha producido en solo 15 días y todavía quedan muchos días, quizás meses, hasta que la economía se ponga en marcha.
Si entendemos que la solución debe ser global y mundial, es necesario ver lo que se está haciendo en el mundo para poder afrontar esta crisis global. La coordinación de acciones por parte de los países industrializados y los planes de actuación de EE UU y Europa.
En la última reunión del G20, grupo en el que están representados los principales países industrializados del mundo, se adoptó un compromiso de inyectar más de 5 billones de dólares en la economía. También se expresó la voluntad de realizar una actuación coordinada para afrontar la pandemia y sus efectos. Esto compromisos, suelen ser en muchas ocasiones puramente simbólicos y al final cada país acaba haciendo lo que puede o quiere. Lo más importante es el mensaje que se quiere dar: “Estamos dispuestos a poner a disposición de la resolución del problema cantidades ingentes de dinero, si fuese necesario”. Se desea trasladar el mensaje al mundo de que es un problema global y que hay voluntad de solventarlo. En definitiva: certidumbre a los mercados y a los agentes económicos.
En cuanto a EE UU y Europa, se está afrontando de forma muy diferente la crisis económica. Como ha sido habitual en su historia, cuando han tenido que afrontar momentos críticos, los más rápidos en actuar han sido los EE UU. Los dos partidos, demócrata y republicano, a pesar de que venían de un proceso de duro enfrentamiento, se han puesto inmediatamente de acuerdo para aprobar un plan fiscal de dos billones de dólares, el mayor de la historia de EE UU, que dobla prácticamente al que se estableció en 2008 con motivo de la crisis de las “subprime”. Este plan se divide en varios bloques. Un importe de unos 500.000 millones de dólares destinados a pagar una ayuda de 1.200 dólares a cada ciudadano y 500 dólares por hijo a su cargo, a todos los estadounidenses que tengan unos ingresos inferiores a 99.000 dólares al año, con una previsión de pago inmediato. Otro bloque de 500.000 millones destinados al apoyo de las grandes empresas, 350.000 millones adicionales para las pequeñas empresas, 250.000 millones para los desempleados y un último bloque aproximadamente 400.000 millones de euros para los estados, hospitales, sector educativo, transporte y otros. Por otro lado, la FED (Reserva Federal) ha aprobado un paquete muy importante de estímulos monetarios comprometiéndose a comprar ilimitadamente todo tipo de instrumentos de deuda y de diversa naturaleza. Se estima que el conjunto de todas estas medidas representará un importe superior al 30% del PIB de EEUU.
En cuanto a Europa, como es habitual en su lentitud en la toma de decisiones, todavía no ha adoptado ninguna relevante. Los países integrantes de la UE no se pusieron de acuerdo en la última reunión del Eurogrupo. En dicha reunión, Italia, España y Francia plantearon que se emitiera deuda mancomunada, en diferentes modalidades: las que se han venido a denominar como eurobonos, o en este caso especial “coronabonos”. Estas propuestas contaron con la oposición de los denominados países del Norte: Alemania, Austria, Países Bajos y Finlandia, principalmente. El tema quedó emplazado a presentar una propuesta en la próxima reunión. Los únicos acuerdos que se adoptaron, completamente insuficientes, fue la suspensión temporal del Pacto de Estabilidad, es decir permitir que los países puedan asumir mayor déficit y deuda que los límites establecidos en el Pacto y una mayor flexibilidad en la aplicación de la normativa sobre ayudas estatales. En definitiva, no hubo una asunción conjunta de un plan para salvar la crisis de coronavirus, dejando que cada país asumiera individualmente este problema. Es decir: Europa no existió.
En cuanto al BCE, si que se adoptaron mayores medidas para incrementar la oferta monetaria, elevando los límites de actuación en las compras de deuda por parte de este banco. Hay que señalar como limitación de esta actuación, que el BCE no pueden beneficiar específicamente a los países más perjudicados por los costes de la pandemia, como España o Italia, ya que la normativa del BCE exige que las compras de deuda se ejecuten en función del porcentaje de capital que cada país tiene en dicho banco (aproximadamente correlacionado con su porcentaje de PIB).
En estos momentos se comenta en la prensa que se está preparando una propuesta por parte de los servicios técnicos de UE, a presentar en la próxima reunión de ministros de finanzas, consistente en facilitar ayudas en forma de créditos, hasta un montante global de unos 80.000 millones de euros, mediante el Mecanismo Europeo de Estabilidad (MEDE). Además de ser el importe del todo insuficiente, hay que señalar que la dificultad de este mecanismo es que los créditos con cargo al mismo suelen estar condicionados al cumplimiento de determinados requisitos difíciles de asumir en estos momentos de incertidumbre por los países receptores de los mismos (especialmente Italia y España). Hay que ver si se flexibilizan esos requisitos.
Es patente la diferente actuación en Europa con relación a las medidas adoptadas en EEUU, en cuanto a urgencia, importe y, sobre todo, confianza que trasladan a los ciudadanos y agentes económicos. La incapacidad de llegar a un acuerdo en la UE traslada a los ciudadanos europeos varios mensajes muy demoledores en estos momentos. Un mensaje de incertidumbre, cuando lo fundamental sería trasladar la confianza de que se va hacer todo lo necesario y se van a poner todos los recursos que hagan falta para superar la crisis. Un mensaje de insolidaridad, puede ser cierto que los países del Sur no hayan hecho bien sus “deberes” desde la última crisis (España es un ejemplo obvio), pero la crisis del coronavirus es algo nuevo, que ha aparecido súbitamente y que afecta a lo fundamental, a la vida de las personas. Pero, sobre todo, a mi modo de entender, el mensaje más grave que se traslada, y espero que se pueda remediar en las futuras sesiones del Eurogrupo, es que no hay Europa. Si Europa no es capaz conseguir una respuesta unánime, comprometida y solidaria en estos momentos, ante una crisis humana y económica de esta transcendencia, muchos de los ciudadanos europeos podrán preguntarse para que sirve Europa. ¿Solo sirve para pagar los salarios de un conjunto elevado de funcionarios y burócratas?
El deterioro de la imagen de la UE ante los ciudadanos ya viene de largo, no es responsabilidad de los organismos de la UE, es debido a la actitud de los estados que se resisten a la cesión de soberanía. Los gobiernos de estos estados actúan ante la UE, no fomentando una visión europeísta, de que es lo mejor para el conjunto de los europeos, sino con actitud egoísta y electoralista: la de trasladar a sus votantes de que están defendiendo los intereses de su país. Estableciendo una idea de que en las reuniones se va con una imagen de ganadores y perdedores y no bajo la idea de consensuar lo mejor para Europa. Por otro lado, cuando se han tenido que adoptar decisiones duras para la economía o trasladar normas que afectan a los ciudadanos, muchos gobiernos en lugar respaldarlas con responsabilidad, se han defendido ante sus ciudadanos bajo el lema “esto lo impone Europa”. Lema que se contradice con la idea de construir un proyecto europeo colectivo y democrático.
Parece que la idea de Europa está en crisis desde hace tiempo, la pandemia del coronavirus y los efectos económicos posteriores, puede significar una estocada final a la UE, si no sabe dar una respuesta adecuada. Hay que señalar que, en el plano político, social y de convivencia, Europa es un símbolo a mantener en relación a los otros dos grandes bloques: EE UU y China. Europa se caracteriza por la construcción del Estado del Bienestar, sistema político, económico y social donde se combina la libertad y la protección las personas menos favorecidas, mediante la cobertura por el Estado de la provisión eficientemente de los principales bienes públicos: educación, sanidad, protección social, etc.
Espero que los gobiernos europeos reaccionen a este nuevo reto. Quisiera que esos valores del Estado del Bienestar sigan existiendo.