Curvas

Rafa Martín

Exconsultor en Aprendizaje
motomorfosis.es

En este vulnerable y problemático siglo XXI en el que muchas y potentes amenazas se vinculan para dibujarnos retos imposibles, vamos a necesitar muchas curvas de las buenas, de esas que nos devuelven a la dirección correcta. Quizás nunca antes en nuestra Historia habíamos necesitado tanto acelerar nuestros procesos de aprendizaje y crear nuevas sigmoideas que nos permitan reinventarnos en todos los frentes: económico, ambiental, social, individual…

Si el recorrido por la Historia estuviera señalizado no dudes que a la entrada a esta década nos hubiéramos encontrado la señal de curvas peligrosas, auténticas regresiones de 180 grados: La crisis económica, la explosión de los populismos, con Trump liderando el cotarro, la tremenda pandemia o la más reciente revuelta juvenil que ha brotado fuerte en España con el desencadenante Hasél y tiene muchos números para replicarse en el Sur de Europa.

Los vándalos oportunistas se apuntan a cualquier bombardeo, pero el ruido no debe tapar las nueces, este estallido social contiene mucha desafección y rabia de una generación sobradamente preparada a la que dejamos mucha deuda, un planeta envenenado y muy escasas oportunidades. No solo de adquirir una vivienda o un empleo/salario digno, sino de cambiar las cosas.

La curva sigmoidea

Pero las curvas son también una ayuda, una manera de superar imposibles. La curva sigmoidea es una función logística, una curva en forma de S que proviene de la letra griega sigma y que se adapta bien a explicar la trayectoria de una persona, una pareja, un grupo, un producto, una organización, la humanidad o la mismísima biodiversidad.

La sigmoidea empieza suave, titubeante, para convertirse rápidamente en crecimiento exponencial hasta llegar a su etapa final donde se suaviza en un lento declive. Las personas, por ejemplo, nacemos con una fuerte dependencia, necesitamos atención y cariño para adquirir la autonomía necesaria y desarrollarnos después con potencia hasta que, irremediablemente, iniciamos una progresiva decadencia hasta el final.

Pero es posible, en una vida, reinventarse y encadenar una nueva curva sigmoidea, una nueva etapa de éxito qué, basándose en la anterior reinicie un nuevo ciclo de crecimiento. Las personas, las parejas, las organizaciones o la misma humanidad, podemos enlazar tantas curvas sigmoideas cómo seamos capaces en nuestra existencia, reinventarnos para volver a crecer y buscar el éxito otra vez.

Es importante el momento en el que proyectamos iniciar una nueva curva, demasiado tarde nos enredará en el punto de declive en el que ya no es posible reinventarse y comprometeremos su despegue. Pero si la iniciamos a tiempo, cuando todavía queda energía tiempo y recursos suficientes, será posible que la nueva curva supere las resistencias y exploraciones iniciales proyectándose vigorosa al futuro.

Tras el declive que provocó el “dieselgate”, el gigante Volkswagen se ha propuesto desbancar a Tesla en el liderazgo de vehículos eléctricos en esta misma década. Para ello ha promovido una inversión millonaria capaz de reconvertir su know how en motores de explosión hacia una nueva plataforma y el correspondiente software que acelere su transición a la movilidad sostenible. La actual situación del grupo parece indicar que acertaron con el momento para proyectar su nueva curva, el tiempo y el método definirán el éxito.

Porque es justo en ese punto, en el territorio de la incertidumbre y la duda, donde entra en juego otra curva mágica, la curva del aprendizaje, resultado de la relación entre las variables progreso y tiempo. Cómo los recursos y la oportunidad, la tecnología puede jugar un rol de acelerador y hoy, la inteligencia artificial (IA) es el factor tecnológico más diferenciador. La IA puede ayudar muy mucho a la hora de detectar los estilos de aprendizaje particulares y adaptar el proceso de aprendizaje a las características y ritmo concreto de cada sujeto o grupo, revolucionando así el proceso de formación-aprendizaje.

El aprendizaje no es lineal y continuo, tiene periodos de estancamiento y saltos cualitativos que los gestálticos llamaron insight. Un punto en el que, de repente, somos capaces de conectar distintos aprendizajes almacenados y ver el todo de una manera diferente, un salto radical en el aprendizaje que a veces ocurre espontáneamente y a veces es posible provocarlo con el método adecuado.

La IA también puede revolucionar el diseño y la relación de aprendizaje que las personas mantienen con los dispositivos tecnológicos. La Historia nos ha demostrado que un diseño industrial intuitivo también puede provocar una aceleración de la curva de aprendizaje. Los que venimos del MSDOS sabemos bien lo complicado que era el aprendizaje de las nuevas tecnologías y lo mucho que lo facilitaron Apple y Windows con sus interfaces intuitivos. Entre otras muchas máquinas, hoy manejamos sofisticados smartphones sin necesidad de manuales de instrucciones.

En este vulnerable y problemático siglo XXI en el que muchas y potentes amenazas se vinculan para dibujarnos retos imposibles, vamos a necesitar muchas curvas de las buenas, de esas que nos devuelven a la dirección correcta. Quizás nunca antes en nuestra Historia habíamos necesitado tanto acelerar nuestros procesos de aprendizaje y crear nuevas sigmoideas que nos permitan reinventarnos en todos los frentes: económico, ambiental, social, individual…

Personas, familias, grupos, organizaciones privadas y públicas, organismos internacionales y gobiernos, estamos comprometidos en este conjunto de cambios simultáneos que deben revolucionar nuestro mundo y el distópico destino al que parece que nos dirigimos. Estamos negociando la peligrosa trazada de curvas que nos propone el cambio climático, una amenaza que puede dejar a muchos en la cuneta o incluso una caída colectiva que obligue a parar la carrera con bandera roja.

Sin embargo, globalmente hablando, nunca en nuestra Historia habíamos contado con tal cantidad de conocimiento, tecnología y poder económico para reinventarnos. Quizás sólo nos hace falta un buen insight global, a veces no hay nada cómo unas buenas curvas para encontrarlo.

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