
Francisco Zaragoza
Recuperar el pasado en sus muy diferentes facetas y ponerlas al alcance de la gente, es la idea en líneas generales que debe de presidir toda acción de gobierno en harás de que su historia perdure.
Hay un segmento, el náutico marítimo, que en nuestro país es deficitario en muchos aspectos y en particular en la adquisición y posterior conservación de bienes tangibles como las embarcaciones para que, sobre las mismas, se pueda llevar a cabo posteriormente una labor docente.
Dos situaciones con igual fin acuden a mi mente, pero con resultado inverso. El primero llevado a cabo por el Museu Marítim de Barcelona en su día, tendente a la adquisición y posterior restauración del pailebote “Santa Eulàlia”, embarcación construida en Torrevieja (Alicante) en 1917, con una larga vida en sus cuadernas, y que una vez rehabilitado pasea su esbelta figura de tres palos por el Mediterráneo, acudiendo aquellas invitaciones en que se demanda su presencia.
En sentido inverso tenemos el bricbarca “Galatea”, otro ejemplo con una enorme historia, dedicada en sus inicios al transporte marítimo, desde Asia a su Inglaterra natal donde fue botado el 2 de diciembre de 1896. Paso posteriormente a la Royal Navy y después a la Armada española desde 1922 a 1982, empleando la embarcación como buque escuela. Tras sesenta años de servicio su vida languideció, rescatándose de ella diversos elementos para favorecer su recuerdo.
Molestaba, la “Galatea” estaba abandonada de muerte en un muelle de Sevilla por los fastos del 92. Servía para todo, menos para lo que había sido concebida, cuando el Gobierno de turno autorizó su venta por 8.000.000 de pesetas. A la ciudad de Glasgow llegó remolcada desde Sevilla y tras un buen trabajo de reparación vuelve a lucir como si los años no hubieren transcurrido para la misma y con idéntico nombre que fue botado en su día, “Glenlee”, pudiendo ser visitado para quienes lo deseen.

Acciones como la anterior merecen el reconocimiento general o repulsa, en particular de aquellos que sentimos que debe de preservarse el patrimonio marítimo, como fuente de información de las nuevas generaciones. Es por ello que vaya por delante mi reconocimiento a Luis Romero y Pau Tatania, que, en el año 2007, adquirieron en Suecia la goleta “Äran”, botada en 1903. Y tras una excelente puesta al día, cuya duración ha sido de diez meses, la embarcación está actualmente atracada en los muelles del puerto de Palamós, donde sus armadores piensan dedicarla a la navegación turística costera o bien a su alquiler.
Mis mejores deseos a esta embarcación, que seguro atraerá la atención de aquellos que la contemplen en sus próximas singladuras por la Costa Brava.