
Rafa Martín
Exconsultor en Aprendizaje
motomorfosis.es
Estamos a las puertas de una revolución tecnológica e industrial que lleva años gestándose y que nos va a pillar distraídos, enredados en sortear crisis tras crisis en este complicado y problemático siglo XXI en el que nos ha tocado sobrevivir.
Las nuevas generaciones de Inteligencia Artificial (IA) suponen un conjunto de oportunidades tan espectaculares como tremendas amenazas para las que andamos poco preparados. Algunos reputados expertos y figuras sobresalientes de nuestra industria y economía piden que se detenga el avance de esta disruptiva tecnología, hasta que seamos capaces de determinar con certeza que consecuencias nos depara, pero ¿Se le pueden poner puertas al campo? La rentabilidad y la codicia no tienen frenos con este capitalismo desbocado que nos dirige desde hace ya más de tres décadas.
En noviembre del 2022 la organización OpenAI, experta en el desarrollo de herramientas de IA, hizo público el acceso a ChatGPT, un modelo de lenguaje autorregresivo capaz de escribir cualquier tipo de texto, desde artículos, ensayos, novelas o hasta un plan de empresa, diseño y programación de web incluido, siguiendo las sencillas peticiones de cualquier usuario.
Como una imagen vale más que mil palabras te dejo enlace a este video en el que podrás ver, ojiplático, como en menos de 10 minutos ChatGPT es capaz de crear un business plan, un trabajo que llevaría varias semanas a un conjunto de expertos cualificados. Un proyecto de empresa que va desde el nombre hasta su plan de marketing en redes sociales, pasando por su estructura de costes, imagen corporativa, programación de página web…. https://www.youtube.com/watch?v=TJ1yYaLTimA. Como todo plan, puede fracasar, pero fracasar rápido y barato no tiene precio.
Hay varios, pero la misma OpenAI y la Universidad de Pennsylvania, realizaron un estudio titulado GPTs are GPTs: An Early Look at the Labor Market Impact Potential of Large Language Models, para dimensionar el impacto que tendrán estas nuevas y poderosas herramientas en algunos puestos de trabajo en EE UU. Aproximadamente el 80% de la fuerza laboral podría tener al menos el 10% de sus tareas laborales afectadas por la introducción de GPT, mientras que alrededor del 20% tendría al menos el 50% de sus tareas afectadas al ser susceptibles de automatización, siendo aquellos puestos que obligan al análisis científico o el pensamiento crítico los más difíciles de automatizar.
Además de escritores, autores y periodistas, profesionales como matemáticos, analistas financieros, contables, auditores, conductores, árbitros, jueces, sociólogos, profesores, arquitectos, diseñadores de web, redactores, correctores de redacción y subtituladores simultáneos, teleoperadores, asistentes administrativos… salen seriamente perjudicados, sin embargo, oficios manuales en declive de oferta como albañiles, mecánicos, cocineros, pintores, camareros, carniceros, instaladores o cuidadores, entre otros, parece que deberán esperar a una nueva generación robótica aplicada.
Aunque todo llegará en esta carrera distópica que parece apuntar a convertir a los humanos en un poco más irrelevantes y prescindibles cada día que pasa.
ChatGPT no está solo, Salesforce Einstein, Deep L, NetBase Quid, Synthesia o la increíble IA de Google que compone música y letra a nivel Mozart a partir de unas mínimas sugerencias de lo que pretendes.
Y sería imposible entender el desarrollo de estas nuevas generaciones de IA sin los nuevos chips de última generación, como sería imposible entender la economía actual sin el desarrollo de los semiconductores que se encuentran en nuestros ordenadores y teléfonos móviles, en los microcontroladores de los vehículos, en los electrodomésticos o el mando a distancia de tu Smart TV.
Pero el aprendizaje profundo artificial, las redes neuronales o los sistemas expertos, los desarrollos top de la IA, están en manos de unas pocas empresas, de hecho, casi se podrían contar con los dedos de una mano. Estas herramientas necesitan, imprescindiblemente, a la industria de chips o microchips o de última generación, como la necesitan también la investigación más avanzada, en la física, en el diseño genético, en la robótica o en la biología.
Fabricar semiconductores de 3 nanómetros o menos, lo más de lo más sofisticado, solo pueden hacerlo tres compañías del mundo mundial: TSMC de Taiwan, la que fabrica, entre otros, los procesadores de Apple y de AMD, Samsung en Corea del Sur y la estadounidense INTEL. Sin embargo, a escala masiva, solo TSMC es capaz de producir semiconductores de 7 nanómetros o menos. Así, los chips más avanzados, a escala suficiente, solo pueden producirse en Taiwan, mientras norteamericanos y surcoreanos sufren innumerables problemas y retrasos que, hasta la fecha, parecen de difícil solución.
Las máquinas fotolitográficas que «imprimen» el patrón del circuito en una oblea de silicio. Las máquinas más modernas, mediante litografía ultravioleta extrema, solo las fabrica la neerlandesa ASML, poseedora de la mejor tecnología de láseres tras comprársela a la californiana CYMER y que tiene, como puedes imaginar, unos beneficios fenomenales, aunque parece no ser el factor diferencial y la competencia parece avanzar firme en alternativas.
Pero, mientras ASML está ubicada en nuestro Occidental mercado y bajo el paraguas de una de las más antiguas democracias que garantiza una notable fiabilidad comercial, TSMC está en Taiwan, una democracia amenazada por las ganas del Partido Comunista de China de «reunificar» la isla con la China continental y siendo China, actualmente, el principal consumidor de mundial de circuitos integrados además de propietaria de SMIC, compañía que anda enredada en saltar de procesos de 10 a 7 nanómetros, aprovechando las excelentes universidades politécnicas y un extenso capital humano cada vez mejor cualificado.
A estas alturas podrás imaginar la importancia de la industria puntera de semiconductores en el negocio de la guerra y el posicionamiento geoestratégico en el que la IA juega con numerosas aplicaciones diferenciales, en los carros de combate y drones más sofisticados, en la tropa robótica o en las unidades de procesamiento gráfico, imprescindibles para entrenar los modelos de aprendizaje profundo, mercado claramente dominado por la norteamericana NVIDIA, valga decir.
Aunque China está todavía muy atrasada con respecto a EE UU en lo que a IA se refiere, inició, allá por los 90’s del pasado siglo, una política de «fusión civil-militar» que se ha convertido en prioridad total con el Gobierno de Xi Jinping y que coloca a Taiwan como necesidad estratégica vital para alcanzar el perseguido liderazgo geoestratégico mundial.
Puede que la primera batalla de este enfrentamiento entre China y EE UU fuese la de ZTE y Huawei, dos empresas especializadas en telecomunicaciones que violaban no pocas reglas de propiedad intelectual y se saltaban las sanciones a Irán y Corea del Norte, además de ser una semipública y la otra con un accionariado nada transparente. Ambas compañías chinas fueron sancionadas, en el 2017.
Sea como sea, EE UU quizás pecó de timorata “permitiendo” que los semiconductores más baratos se fabricaban en el Este de Asia para beneficio de las empresas norteamericanas que bajaban sus costes de producción y multiplicaban su rentabilidad en el diseño, programación o marketing.
Además, esta división del trabajo fomentó alianzas estratégicas con Japón, Corea del Sur o Taiwan, al tiempo que limitaban el acceso de la Unión Soviética a la tecnología más avanzada mermando su competitividad militar, muy obsoleta, aunque peligrosamente preñada de armamento nuclear y muy desestabilizada.
Hoy, cuando Estados Unidos ofrece señales de avanzado declive y Europa anda enredada en no pocos temas irrelevantes, sin encontrar el camino de verdadera Unión financiera con competitividad para jugar en la liga de los mayores, China parece dispuesta a cambiar las viejas reglas internacionales, tanto políticas como económicas, para posicionarse con dominio total en el tablero geoestratégico, con un modelo capitalista totalmente controlado por un totalitario Partido Comunista.
La guerra por la energía ya es pasado y las del futuro inmediato se libran por los chips y microchips de última generación, guerras que van de comprar o adquirir, como sea, empresas, talento y tecnología avanzada para el desarrollo de una IA que ya está cambiando el mundo de cabo a rabo, y está ocurriendo en esta década, son las guerras del chip para la IA.