¿Hay que poner todos los huevos en la misma cesta?

Joaquín Asensio

Economista y ex Subdirector General en el puerto de Barcelona

La sabiduría popular nos lo aclara en un refrán: “No hay que poner todos los huevos en la misma cesta”, que viene a decir que es bueno diversificar los riesgos. Reflexión útil para las personas, pero también para los países: no es bueno depender en exceso de pocas actividades, es mucho mejor tener una economía diversificada

Si han tenido la oportunidad de asistir a un curso de gestión del tiempo, recordarán que lo primero que les recomiendan es reconocer qué es lo urgente y lo importante. Nos explican que las tareas urgentes e importantes son aquellas que tenemos que priorizar, tanto por su relevancia como por su dimensión e impacto en los resultados. La crisis del Covid-19 es un desafío para cualquier Gobierno, por la urgencia en que debe adoptar decisiones en un contexto de incertidumbre. Pero no es excusa para que no siga atendiendo a las cuestiones importantes, que son los objetivos estratégicos del país. Su consecución, generalmente, solo es posible en el largo plazo. Los ciclos electorales son cortos para que los votantes perciban los efectos de las decisiones estratégicas, y los gobiernos pueden tener una cierta ”pereza” en destinar los escasos recursos disponibles a estos fines. Los anuncian en los discursos, pero luego se olvidan de su ejecución. Como se dice popularmente: “Lo dicen con la boca pequeña”, pero al final “queda en papel mojado”. Estos objetivos estratégicos requieren un consenso amplio en la sociedad y deberían mantenerse independientemente de la alternancia de los gobiernos.

En un artículo anterior (1), publicado en el diario digital de El Canal Marítimo y Logístico, me refería que, para superar la crisis económica, derivada de la pandemia del Covid-19, es necesario diseñar un plan para la recuperación de la economía. El objetivo de este plan no debe ser el retornar a la situación anterior de la crisis sanitaria y volver a caer en los errores del pasado. Si finalmente llegan fondos europeos para financiar este plan, se deben destinar, en gran medida, a cambiar el modelo de desarrollo y crecimiento de la economía española. Este cambio de modelo, en mi opinión, se ha de centrar en cuatro objetivos estratégicos: el mantenimiento de la cohesión social, la transformación digital del país, el crecimiento sostenible y la realización de una efectiva política industrial. En este articulo quiero explicar la necesidad de realizar esta política industrial.

Cuando en los debates políticos se habla de “acometer los problemas estructurales del país”, esto significa, entre otras cosas, hacer cambios en los sectores productivos para un desarrollo más equilibrado de la actividad económica. Para justificar la necesidad de que el desarrollo sea equilibrado no se requiere saber mucho de economía, solo hay que aplicar el sentido común. La sabiduría popular nos lo aclara en un refrán: “No hay que poner todos los huevos en la misma cesta”, que viene a decir que es bueno diversificar los riesgos. Reflexión útil para las personas, pero también para los países: no es bueno depender en exceso de pocas actividades, es mucho mejor tener una economía diversificada. Como ejemplo, dentro de unos meses comprobaremos el impacto de la caída del turismo en España, que emplea a más de 2,7 millones de personas.

Pues si miramos el peso de los sectores en nuestra economía, nos encontramos que la industria ha ido perdiendo paulatinamente peso, año tras año. La industria en el año 2018 representó solamente el 16% del PIB de la economía española, cuando en el año 2000 representaba un 20%. Si nos referimos exclusivamente a la industria manufacturera, ésta tan solo representa un 12,6%. Por el contrario, los servicios aportan el 66% del PIB, cuando en el año 2000 representaban un 59% (2). Para ilustrar esta pérdida de peso de la industria, se la puede comparar con la actividad turística y viajes que, por si sola, representa un porcentaje superior a toda la industria manufacturera, con una aportación del 14,3% del PIB (3). Las causas de esta pérdida de peso vienen motivadas por el proceso de globalización, la paulatina deslocalización industrial hacia otros países, la fragmentación del proceso productivo y la tercerización de la economía.

El peso de la industria en España está por debajo de la media europea que se sitúa en el 18% del PIB (p.ej.: Alemania 24%, Polonia 23%, Italia 17% y Francia 12,5%). Consciente del problema del declive industrial, en el año 2014, la Comisión Europea presentó una comunicación titulada: “Por un renacimiento industrial europeo”, manifestando el interés de invertir la tendencia del declive de este sector y planteando el objetivo de que el peso de la industria manufacturera europea alcanzara el 20% del PIB en el año 2020, objetivo manifiestamente incumplido. Es del todo deseable, a mi modo de ver, alcanzar este nivel en nuestra economía en los próximos años, pero tengo la sensación que, la prioridad por la industria, no está en la carpeta de temas de la agenda del Gobierno. Más bien, creo que, como en los gobiernos precedentes, no existirá una política industrial real, de hecho, se llegó a decir, por algún ministro del ramo, que “no hay mejor política industrial que la que no existe”.

Pronto o tarde, para salvar nuestra economía, vamos a tener que recibir fondos europeos, no va a haber otra posibilidad de salida de la crisis (4). El Gobierno deberá decidir donde debe aplicarlos para incentivar la economía del país. En ocasiones anteriores los fondos europeos se destinaron básicamente a infraestructuras, creo que ahora no procede que sea su destino principal. Respecto a esos años, creo que podemos extraer enseñanzas para no repetirlas: mala gestión de los fondos, planificación “política” y no económica de las infraestructuras, despilfarro y otros efectos “no deseados” (5). No obstante, floreció un oligopolio de constructoras españolas que, para salvarse de la última crisis, se embarcaron en un proceso de internacionalización, muy interesante, y que las ha convertido en verdaderas multinacionales de la construcción, concesiones y servicios. Un “chorro de dinero” de esta magnitud, gestionado y aplicado correctamente, no sé si podría favorecer un proceso similar en la industria.

El crecimiento equilibrado y diversificado de nuestra economía exige que se invierta en sectores de mayor valor añadido como la industria (6) y no basar todo el crecimiento en sectores de baja productividad. Es fundamental la creación de un tejido industrial que dé competitividad a la economía española. El plan industrial debe contemplar medidas en un conjunto amplio de campos como la digitalización, la innovación, el I+D, la regulación, tamaño de la industria, costes energéticos, logística e infraestructuras, sostenibilidad, internacionalización, financiación, capital humano, etc.

Es imprescindible el soporte financiero a la industria en su proceso de transformación, favoreciendo el acceso a la financiación pública y privada en su sentido más amplio. Hay que superar la cultura “ultraliberal“ que ha negado al sector público la intervención directa en el sector industrial (países europeos como Francia, Italia y Alemania, mantienen relevantes participaciones públicas en empresas industriales). Se debe contemplar la posibilidad de que el sector público participe en empresas con interés estratégico, tecnológico y de alto valor o fuerte impacto económico. Entre los diversos modelos de participación, se puede contemplar el capital-riesgo mediante la creación de uno o varios fondos públicos (según sector), dotados de un volumen elevado de recursos. La modalidad de capital-riesgo significa que el sector público invierte en el capital de las empresas, preferentemente mediante ampliaciones de capital, de acuerdo con un plan de negocio y, cuando se han cumplido los objetivos del plan, si lo cree conveniente, puede vender sus participaciones, recuperando lo invertido y obteniendo las correspondientes plusvalías. Tiene la ventaja, respecto a otras modalidades de financiación (créditos o subvenciones), que permite compartir riesgos, participar en la gestión, recuperar la inversión cuando sea necesario y poder destinar los importes recuperados a la aplicación de otras políticas o a la reducción de la deuda pública.

El plan de reconstrucción económico que debe preparar el Gobierno, debe incorporar una política activa en favor de la industria, destinada a que adquiera un mayor peso en la economía y cambiar la tendencia que nos lleva a ser una sociedad exclusivamente de servicios de bajo valor añadido. Para el desarrollo de esta política el sector público debe implicarse, no solo en el fomento de la actividad industrial, sino participar como un socio capitalista más, en los casos que su intervención sea requerida.
Ya saben ahora mi opinión, cuando se presente el plan de recuperación de la economía, en qué cesta hay que “poner los huevos”.


  1. “Coronavirus: ¿un nuevo Plan Marshall” – publicado en El Canal Marítimo y Logístico.
  2. Informe Anual 2018 del Ministerio de Industria, Comercio y Turismo. El total de industria comprende la los grupos de actividad de industrias manufactureras, energía y extractivas no energéticas.
  3. Informe del World Travel and Tourism Council de 2019.
  4. Ver anteriores artículos en El Canal: “Coronavirus: ¿Europa existe?” y “Coronavirus: “Un nuevo Plan Marshall”.
  5. Para interesados, leer el informe del Tribunal de Cuentas sobre la inversión de infraestructuras en España.
  6. El informe de la Cámara de Comercio de España titulado “Mapa del Sector Industrial Español: Claves y Retos”, septiembre 2018, indica que la productividad del sector industrial se sitúa muy por encima del resto de sectores. Índice 1990 igual a 100, en el caso de la industria en el año 2017 es de 180, mientras que para el resto de sectores solo alcanza el 125.

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