La escalada irrefrenable de los fletes responde a una falta de competencia

Emili Sanz

Presidente de ATEIA-OLTRA Barcelona

BNEW Logistics, como no podía ser de otra forma, dedica uno sus paneles al transporte marítimo y la que califica como “tormenta perfecta” que está viviendo a raíz de la pandemia con los incrementos de fletes, carencia de contenedores y la congestión de servicios. Sobre esta debatida cuestión colaboran en este monográfico: Emili Sanz, presidente de ATEIA Barcelona; Rosa, Prenafeta, directora del Consell d’Usuaris de Transport de Catalunya, y Arturo Miguélez, general manager de Green Ibérica Spain.

Se me ha pedido o planteado el redactar un artículo para ofrecerles mi opinión sobre  la “Regulación del transporte marítimo”, pero yo no soy jurista sino transitario, así que no me atrevo a hablar de propiamente de la regulación, sino de algunos problemas que entiendo que esa regulación debería abordar y solucionar; y debería hacerlo, en mi humilde opinión, con urgencia absoluta porque la repercusión que tienen sobre mi colectivo (los transitarios) y, en realidad, sobre toda la cadena logística y de suministro es… enorme. 

Como todos ustedes se pueden imaginar, una de nuestras preocupaciones actuales (y que no afecta únicamente a nuestro colectivo sino a todo el mundo, y cuando digo todo el mundo quiero decir todo el mundo) es la evolución de los fletes marítimos desde principios del pasado año 2020 hasta la fecha de hoy, cuyo precio se ha multiplicado ya varias veces, con pocas o nulas perspectivas de que la situación cambie a mejor en las próximas semanas y/o meses.

Todos, menos las navieras, nos preguntamos qué razones existen para que se produzca un constante incremento del precio de los fletes. Y todos intuimos que esa escalada irrefrenable de los precios se debe a una evidente falta de oferta generada por una, ya difícilmente discutible a estas alturas, falta de competencia derivada, a su vez, de unos procesos de concentración que, en cualquier otro sector, cuando menos, habría hecho saltar ya todas las alarmas. Y no sólo hablo de precios. Resultado también de esa falta de competencia es el cada vez más deficiente servicio que se presta, con anulaciones o saltos de escalas, mercancía que no se embarca, retrasos extraordinarios, etc., etc., que padecemos todos los que estamos “embarcados” en este negocio, mientras las navieras no ofrecen ninguna explicación y se limitan a hacer públicos sus pingües beneficios.

Quienes afrontamos en primera línea todo eso somos nosotros, los transitarios (es injusto, pero estamos en medio y nos aguantamos); pero no se engañen, al final, el consumidor, y por tanto usted, amigo lector, también recibirá si es que no lo ha hecho ya, su parte aunque solo sea cuando vaya al chino de la esquina a comprar pilas o cualquier otra tontería por el estilo.

Es inevitable y por eso entiendo que, si no existe ninguna regulación que pueda impedir todo eso, debería haberla. Y si existe, debería aplicarse. Me preocupa que los mismos principios y presunciones con las que las autoridades de competencia nos fustigan a los demás (muchas veces, aunque no siempre, con razón) no se hayan aplicado en este caso.

Muchos de los que se dedican a este negocio del shipping y entre ellos nosotros los transitarios vivimos esta situación con mucha suspicacia y no dejamos de preguntarnos  porqué instituciones como la CNMC española, la Comisión Europea y comisarios de Competencia en Bruselas, CLECAT, FMC y otras instituciones no muevan un dedo ante esta situación que,  objetivamente, es anómala (por decirlo suavemente) y, en cualquier caso, un verdadero estropicio para el comercio internacional.

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