El reto de las zonas de bajas emisiones tendrá un panel en el SIL con la participación de Joan Lluís Rubio, director corporativo de Marketing y Sostenibilidad de Ader, que nos adelanta a continuación su opinión.
Las zonas de bajas emisiones representan un gran desafío para las empresas de transporte que se dedican a la distribución urbana de mercancías.
Por un lado, el crecimiento del comercio electrónico ha impulsado significativamente la demanda de servicios de distribución de última milla en áreas urbanas. El aumento en las compras en línea ha llevado a un mayor número de entregas de paquetes, lo que ha generado una mayor congestión y emisiones de carbono en las ciudades. Esto ha creado la necesidad de repensar y mejorar los procesos de distribución de última milla para hacerlos más eficientes y sostenibles.
Por otro lado, el transporte de mercancías en áreas urbanas es responsable de una parte significativa de las emisiones de gases de efecto invernadero y la contaminación del aire. Esto se debe al crecimiento del comercio electrónico y la creciente demanda de entregas rápidas, lo que ha aumentado el número de vehículos utilizados y los kilómetros recorridos. Y por su parte, para abordar este problema, se necesita una transición hacia soluciones de distribución de mercancías con cero emisiones, que minimicen o eliminen por completo los impactos negativos en el medio ambiente y la salud pública.
Con este contexto las iniciativas, públicas y privadas, se han ido concretando en diferentes acciones que a su vez han implicado nuevos retos para las empresas, y entre ellas tenemos las Zonas de Bajas Emisiones. Estas áreas, que buscan restringir o limitar el acceso de vehículos con altos niveles de emisiones contaminantes, tiene un impacto directo en las operaciones y el rendimiento de estas empresas, pero también en el consumidor y en los servicios que está acostumbrado a recibir. En un contexto donde la preocupación por el medio ambiente y la sostenibilidad es cada vez mayor, estas restricciones son necesarias para reducir la contaminación del aire y mejorar la calidad de vida de las personas que viven en áreas urbanas. Pero la cuestión es cómo podemos hacer posible la aspiración a un mejor entorno más sostenible y las prácticas operativas de las empresas.
Cuando se habla en general de distribución urbana de mercancías es importante disgregar entre distribución de aprovisionamiento, entendiendo aquella distribución que forma parte del flujo necesario de suministro para la actividad del retail, del canal horeca, del canal farmacia,…. y por otro lado la distribución de última milla, como aquella considerada como un componente crítico en la cadena de suministro, donde los productos son entregados directamente al consumidor final. En ambos casos, las operativas que las soportan se enfrentan a un gran desafío para adaptarse a las zonas de bajas emisiones, y poder llevar a cabo su actividad de una forma eficiente.
Es obvio que las empresas necesitan activar diferentes palancas para armonizar los objetivos empresariales con los retos sociales y medioambientales. Desde la importancia de adoptar enfoques innovadores y tecnologías emergentes en la distribución de última milla; además de otras acciones del tipo: la entrega colaborativa, el uso de drones y vehículos autónomos, y la optimización de rutas a través de algoritmos avanzados pueden ayudar a mejorar la eficiencia y reducir los impactos negativos en el medio ambiente. Hasta la electrificación de los vehículos de reparto como una de las soluciones más tangibles. Los vehículos eléctricos ofrecen una alternativa más limpia y silenciosa a los vehículos de combustión interna, reduciendo significativamente las emisiones de gases contaminantes. Además, el uso de bicicletas y triciclos de carga eléctricos en áreas urbanas densas puede mejorar la eficiencia y reducir la congestión del tráfico.
No obstante, la implementación de estas tecnologías aún enfrenta desafíos regulatorios y operativos que deben abordarse para aprovechar su pleno potencial, y la utilización de vehículos eléctricos requiere de la infraestructura de carga fundamental para el éxito de la distribución de mercancías con cero emisiones. Se necesita diseñar una red de puntos de carga accesibles y confiables en áreas urbanas para respaldar la adopción masiva de vehículos eléctricos, y sobre todo pensada en el empresario autónomo.
Uno de los principales retos que enfrentan las empresas de transporte en estas zonas de bajas emisiones es la necesidad de renovar y actualizar su flota de vehículos. Esto implica notables inversiones en vehículos más eficientes en cuanto al consumo de combustible y con bajas emisiones contaminantes. Y aunque es evidente que esta inversión inicial es costosa, a largo plazo puede ser beneficiosa, no debemos olvidar que, según el Régimen Especial de Trabajadores Autónomos dedicados al sector del transporte y la logística fueron más de 209.000 en abril del presente año.
Necesitamos que exista una planificación y una colaboración entre los gobiernos locales, las empresas de logística y los proveedores de energía como requerimientos esenciales para garantizar una infraestructura de carga adecuada y escalable; pero también necesitamos un ejercicio extra de empatía hacia el autónomo y sus necesidades concretas. Ignorarlo frenará la implantación del vehículo eléctrico. Sumarlo multiplicará la transformación sostenible de nuestra actividad y de nuestras ciudades.