Mariano Fernández llevó a los transitarios a una de sus mejores etapas

Francisco Zaragoza

Nos conocimos, Mariano Fernández, avanzados los años sesenta o quizás a primeros del setenta. He retenido siempre aquella entrevista en mi memoria, época en la que el trabajo, era desbordante, ya que el mismo corría a la par que el país, el cual salía del pozo en que había estado inmerso durante muchos años, como consecuencia de nuestra Guerra Civil.

Yo, mejor diría la empresa donde prestaba mis servicios laborales, tenía un cliente, importante firma de origen italiano, de la cual mi entidad cubría un tanto por ciento elevado de sus envíos con destino a las Islas Canarias. Como quiera que también iniciaba exportaciones a terceros países, tenías el temor, Mariano, de que yo también me hiciera con esta parcela en el trabajo. Te manifesté, que personalmente no estaba por esa labor y que por mí jamás lo haría. Un simple detalle en este caso el respeto profesional, que, analizada través de los años, no se ha tenido igual recorrido en otras entidades, favoreció una amistad a lo largo de los años, cimentada, sin duda, por el tema antes expuesto. Sin menos cabo de tener idénticos pensamientos, no solo de las múltiples personas que a lo largo de esta vida ambos hemos conocido, sino de otros múltiples aspectos de nuestra profesión. Opiniones que se justificaban por los muchos años, desempeñando un mismo trabajo.

Tu carrera profesional, se inició en una empresa que unido a su nombre le precedía el término transitario, cuando por aquellos años pocos conocían su significado, ya que lo habitual era agente de aduanas. Esta trayectoria te llevó a alcanzar la presidencia de ATEIA Barcelona. Una presidencia que llevaste a una de las mejores etapas de este colectivo y muchos te recordaran por ello. Yo hoy no deseo ser para nada protagonista de este escrito, en mi caso, ya que, finalizado nuestra etapa laboral, nos seguíamos viendo y en aquellas comidas que se organizaban por compañeros del sector.

La vida, se te ha ido de las manos, y desgraciadamente no has podido cumplir con aquella promesa de estar juntos con nuestro común amigo Pedro. A tenor de ello te envié un mensaje que no obtuve respuesta tuya, mal presentimiento confirmado, cuando tu hija me respondió al mismo, lo que ratificó, lo que no deseaba que se corroborara.

Las noticias vuelan y las malas más, el sábado a última hora de la tarde y por teléfono me llega un mensaje desde el extremo Sur de nuestro país (Tarifa), anunciándome tu deceso.

Que descanses en paz Mariano.