
Rafa Martín
Exconsultor en Aprendizaje
Toyota fue pionera en introducir en el mercado, en el año 2014, la primera berlina propulsada con hidrógeno. Seis años después ha presentado el nuevo Toyota Mirai, con una autonomía de 650 kilómetros, un 30% superior, y capaz de repostar en 3 minutos. Un coche que solo emite agua por su tubo de escape.
El hidrógeno, el elemento químico más abundante en el universo, puede ser un medio limpio y eficiente para generar electricidad y usarlo en vehículos eléctricos mediante pilas de combustible con muchas ventajas medioambientales y logísticas: es una fuente ilimitada de energía, puede explotarse de forma sostenible, es fácil de almacenar y transportar y no está sujeto a las variaciones del precio del petróleo.
Barcos, aviones y camiones, sectores del transporte intermodal que hoy están en la cúspide de las emisiones contaminantes, parece que lo tienen difícil para reducir su huella de carbono a través de la electrificación tradicional, pero el hidrógeno podría ser una alternativa válida, además de convertirse en la solución para complementar en la industria a las renovables e insuficientes eléctrica y eólica.
En septiembre del 2020, la compañía británica ZeroAvia completó el primer vuelo mundial impulsado por pila de combustible de hidrógeno de un avión comercial. Hyundai ya ha entregado, en Suiza, las diez primeras unidades del XCIENT Fuel Cell, su primer camión eléctrico de hidrógeno de gran tonelaje con unos 400 kms de autonomía. Alstom tiene dos trenes de pasajeros en servicio para la Baja Sajonia, Alemania, y según la revista especializada Trains, se han vendido 41 unidades a otros dos operadores. Siemens también han anunciado su proyecto piloto para el 2024 y Toyota trabaja en el suyo con la Railway Company, en Japón.
El hidrógeno también puede utilizarse como materia prima para producir combustibles sintéticos con cero emisiones para motores de combustión. O cómo un complemento al gas ciudad para hogares, ya que por la misma infraestructura podría viajar una proporción de un 5% y hasta un 20% de este elemento. O puede aprovechar los excedentes de energía eólica o solar transformándola en hidrógeno almacenable.
Sin embargo, el 95% del hidrógeno que se produce hoy, según un informe de Candriam, se extrae de combustibles fósiles, mediante craqueo a alta temperatura, con unas emisiones anuales de 830 millones de toneladas de CO2. Solo el 5% se obtiene por electrólisis, utilizando una corriente eléctrica para dividir los enlaces entre los átomos de hidrógeno y oxígeno del agua, producción más limpia, pero no tan barata.
Los líderes europeos han acordado recientemente reducir un 55% los gases con efecto invernadero para el 2030. Y todo parece indicar que el hidrógeno será la estrella de las prioridades energéticas para la descarbonización. Los proyectos de hidrógeno disfrutarán del apoyo regulatorio y financiero, en línea con la estrategia europea del hidrógeno y la estrategia industrial de la Comisión Europea. Serán promovidos por las Redes Transeuropeas de Energía (TEN-E) o por el reglamento y la Directiva de energías renovables, con acceso a fuentes de financiación como el Plan de Inversión Sostenible, el Mecanismo de Recuperación y Resiliencia, el Mecanismo Conectar Europa o mediante ayudas estatales a través de proyectos de interés común europeo (IPCEI), que permiten saltarse los topes de las ayudas de estado a proyectos privados.
Pero, si el hidrógeno se obtiene mediante procedimientos que utilizan combustibles fósiles, es una gran mentira, de limpio no tiene nada. Esto no parece importarle a los lobbys de la industria del gas que intentan enredarnos a todos convenciendo primero a la UE para que adopte el hidrógeno como combustible «limpio» del futuro y apoyar luego una transición al hidrógeno derivado de combustibles fósiles. El negocio es el negocio. Este impulso ha provocado alzas en algunos activos basados en el hidrógeno triplicando el valor de algunas acciones en los últimos doce meses.
Estos poderosos lobbys, se han reunido reiteradamente con comisarios europeos como Frans Timmermans, vicepresidente de Pacto Verde; Kadri Simson, de Energía; o Thierry Breton, de Mercado Interior. Altos cargos, como el exdirector general adjunto de Energía Klaus-Dieter Borchardt, no ha dudado en utilizar las puertas giratorias para incorporarse, en octubre del 2020, al bufete de abogados Baker McKenzie, donde ya trabajaba Christopher Jones, también exdirector general adjunto de Energía de la Comisión Europea.
La firma de relaciones públicas FTI Consulting, la misma empresa denunciada en EE UU por crear falsas organizaciones sociales a favor de los combustibles fósiles por encargo de Big Oil and Gas, ha sido clave en el lobby del hidrógeno, según explica Corporate Europe Observatory (CEO). El Hydrogen Europe y del Hydrogen Council, son los principales grupos de presión para inflar el nuevo negocio del hidrógeno, pero no están solos, Eurogas, Fleishman Hillard o Weber Shandwick, que lleva las relaciones públicas de GasNaturally, y tiene también en su cartera a clientes como Repsol, la Plataforma Cero Emisiones, Toyota, Shell, Gas Natural Fenosa (Naturgy), Statoil…
Ya sabes el negocio los cría y ellos se juntan para presionar por el hidrógeno sucio y mantener sus insostenibles beneficios. Pero lo más increíble es que la Comisión Europea haya puesto a la industria del combustible fósil al frente de muchos proyectos y nuevos organismos con el hidrógeno como protagonista, pasándose por los fondos públicos, cualquier tipo de conflicto de intereses. Y hablamos de más de 1.000 millones en los últimos cinco años, cifra que crecerá exponencialmente en los próximos. Hasta el 2024, la UE se ha propuesto apoyar la producción de hasta un millón de toneladas de hidrógeno, y hasta el 2030, 10 millones de toneladas, para teñir de “verde” cuatro sectores: energía, industria, residencial y transporte.
La industria, explica el citado estudio de CEO, quiere convertir la sobredimensionada e infrautilizada red de gas fósil de la UE como la nueva columna vertebral del hidrógeno europeo. Y la Comisión Europea parece apoyar los planes de la industria “para que todo continúe como antes», resucitando megaproyectos controvertidos como el gasoducto franco-español-portugués MidCat, que fue rechazado por motivos climáticos y desapareció del mapa de infraestructuras prioritarias avalada por la Eurocámara, según explica Belén Balanyá, investigadora de CEO.
Aunque no todo está contaminado, algunas de estas grandes corporaciones de la energía fósil se han puesto las pilas para no detener su negocio contaminando menos. Repsol, por ejemplo, se ha fijado como meta ser cero emisiones netas en el 2050. Para ello, trabaja para liderar la producción de hidrógeno renovable en la Península Ibérica y alcanzar en el 2025 una producción equivalente a 400 MW, con la ambición de superar 1,2 GW en el 2030. Pretenden obtener hidrógeno de baja huella de carbono incorporando sistemas de captura y almacenamiento de CO2.
La electrólisis será la tecnología utilizada para producir hidrógeno renovable en una nueva planta que Repsol va a construir en el puerto de Bilbao para producir combustibles sintéticos con cero emisiones netas. Esta instalación, una de las mayores del mundo, estará operativa en cuatro años y, mediante tecnología avanzada, solo utilizará como materia prima el CO2 capturado en la cercana refinería de Petronor.
También mediante este método tradicional podría obtenerse hidrogeno utilizando combustibles de origen biológico, como el biometano por ejemplo. O mediante electricidad renovable como pretende NEL, empresa noruega que instaló su primer electrolizador en 1927 y que recientemente se ha aliado con Iberdrola para producir hidrógeno de bajas emisiones.
Solo la inversión pública masiva en tecnología e innovación puede acelerar la curva de aprendizaje para conseguir que el hidrógeno limpio llegue a competir en precio con el petróleo. Según Bloomberg, Europa proyecta gastarse más de 500.000 millones de euros para conseguir que el hidrógeno baje a menos de 1 euro/kg, hoy está entre 3,5 y 6,5 euros/kg.
Pero, debido al alto precio de la electricidad, los actuales costes de producción de hidrógeno sostenible, como le ocurría a la energía eólica o a la solar hace quince años, no compensan los beneficios de la mayoría de los gigantes del combustible fósil que prefieren seguir ganando caiga quién caiga, antes que invertir en innovación para ganar luego en ético verde.
Este efectista modelo de hidrógeno insostenible agudizará la dependencia de Europa en la importación de fuentes de energía externas, ya sea gas fósil o energía renovable a gran escala. Caer en peligrosas mentiras mantendría a los combustibles fósiles y sus venenosas consecuencias en el mix energético de las próximas décadas a costa de desinvertir en las nuevas tecnologías de descarbonización eficaces para la transición energética a contrarreloj en la que andamos enredados.