La automatización y la digitalización marcarán seguro el devenir de la logística. Así lo podremos comprobar en Bfuture con las “Cadenas de suministros del futuro-visión 2030”
Considerada como actividad esencial durante la pandemia, la relevancia de la logística ha sido puesta de manifiesto ante la sociedad, parte de la cual, hasta ahora, la veía en ocasiones como una molestia. Todos hemos sido conscientes de su importancia para hacer llegar a todos los habitantes del país alimentos y productos de primera necesidad.
Cuando todos estábamos confinados, los supermercados estaban abastecidos y las pizzas o los envíos on-line seguían llegando a nuestros hogares; los puertos y aeropuertos continuaban abiertos y los transportistas circulaban por las carreteras.
Sin embargo, la actividad logística también ha sufrido el impacto del Covid y ha tenido que adaptarse a una nueva realidad. Por ejemplo, en temas como la digitalización o el comercio electrónico se ha avanzado más en los últimos seis meses que en los cinco años anteriores, pero en otros aspectos como la sostenibilidad, el coronavirus (o la crisis económica derivada) puede ser un freno (es difícil ver a las empresas invirtiendo en flotas más sostenibles o testando nuevos combustibles cuando su propia supervivencia está en juego).
Atributos de futuro
¿Cómo serán las cadenas de suministro del futuro? No lo sabemos con absoluta certeza, pero hay ciertos elementos sobre los que existe un amplio consenso de cómo evolucionarán en los próximos diez años.
Las cadenas del futuro serán más resilientes. El Covid-19 no es un caso aislado: las disrupciones de todo tipo son cada vez más frecuentes. Huracanes, ciberataques, incendios, decisiones gubernamentales, pandemias, desastres naturales,… pueden ser causa de interrupción de las cadenas logísticas. Están ahí y son inevitables. Lo que sí es posible es adaptar nuestra logística de tal manera que se minimice el impacto y se disponga de capacidad de reacción suficiente en estas circunstancias adversas: diversificar fuentes y rutas, redundancia de sistemas, medios alternativos, etcétera.
Como puede verse, la búsqueda de la resiliencia llevará a diversificar nuestras redes logísticas. Muchas empresas están abandonando la idea de poner todas las manzanas en el mismo cesto. Aunque esta estrategia abarate el coste de las manzanas, si el cesto se rompe, nos quedamos sin manzanas. Y una mayor diversificación también conlleva una mayor complejidad de gestión.
Las cadenas del futuro serán más resilientes. El Covid-19 no es un caso aislado: las disrupciones de todo tipo son cada vez más frecuentes. Huracanes, ciberataques, incendios, decisiones gubernamentales, pandemias, desastres naturales,… pueden ser causa de interrupción de las cadenas logísticas
Las cadenas del futuro primarán agilidad frente a capacidad: en un entorno cada vez más volátil uno de los aspectos que más valorarán los clientes es la capacidad de adaptación de sus operadores logísticos a sus necesidades. Lo cierto es que, en general, el sistema logístico tiene en la actualidad capacidad suficiente para cubrir la demanda. Cualquier empresa, ubicada en cualquier parte de la Península Ibérica, puede importar y exportar sus productos sin grandes dificultades. Podemos discutir sobre mejorar la eficiencia o el coste de estas operaciones, pero su realización es factible para cualquier operador en cualquier parte del país. Sin embargo, en muchas ocasiones estas cadenas de suministro carecen de la flexibilidad necesaria para adaptarse a las fluctuaciones del mercado o puntas de demanda. Confundir capacidad (hard) con agilidad (soft) era un error muy común en el pasado que nos ha llevado a desarrollar infraestructuras a veces innecesarias y sobredimensionadas, rígidas y estáticas. Adaptarlas a las nuevas y cambiantes necesidades es tarea del futuro próximo.
El Covid-19 ha acelerado de forma impensable hace sólo algunos meses el comercio electrónico. Muchas empresas se han visto forzadas a desarrollar rápidamente canales digitales de venta ante las limitaciones de los canales tradicionales. Hemos visto durante el confinamiento duro a distribuidoras de producto fresco reposicionarse, desviando flujos del canal horeca (hostelería, restauración y cafetería) al comercio electrónico particular o incluso a la exportación y también al comercio de proximidad aceptando pedidos por whatsapp. Con la paulatina vuelta a la normalidad pero con un consumidor manteniendo todavía ciertos niveles de desconfianza, la necesidad de mantener abiertos todos estos canales se hace imprescindible. Han venido para quedarse y la omnicanalidad va a ser norma en el futuro de la distribución.
Muchas empresas están abandonando la idea de poner todas las manzanas en el mismo cesto. Aunque esta estrategia abarate el coste de las manzanas, si el cesto se rompe, nos quedamos sin manzanas
Quizás, como ya he comentado, uno de los aspectos que más pueda frenar la pandemia en los próximos años sea el proceso de transición energética y la evolución hacia una logística sostenible. Esperemos que la Unión Europea, mediante la política del Pacto Verde y una ingente aportación económica puedan compensar este aspecto. Sin embargo, tengo el convencimiento de que esta posible ralentización del proceso durará poco.
En unos años la oferta de nuevos combustibles se multiplicará y, tras la consolidación de biocombustibles y gas como fuentes de transición, el hidrógeno verde (junto con sus portadores como el metanol o el amonio) se posiciona como los motores de un transporte mucho más sostenible.
Ya he mencionado los avances en digitalización. La cantidad de información disponible y manipulada a lo largo de las cadenas logísticas ha crecido exponencialmente. Los intercambios electrónicos, las redes sociales, Internet de las cosas (IoT), los teléfonos y elementos móviles u otras fuentes proporcionan constantemente datos, muchas veces en tiempo real, a las empresas. El reto, hoy, consiste en ser capaces de gestionar y distribuir adecuadamente esta información, ser capaces de tomar decisiones adecuadas en base a las mismas y, finalmente, ser capaces de automatizar muchas de estas decisiones. En este ámbito, nuevos negocios aparecerán vinculados a la gestión de estos datos, mientras otros, especialmente los relacionados con los servicios de intermediación logística, deberán reestructurarse para proporcionar mayor valor añadido a los clientes.
Vinculado a las posibilidades de la digitalización, clientes y usuarios exigirán a sus proveedores logísticos una mayor transparencia y capacidad de control de sus envíos. La información fluirá a través de las cadenas de suministro y llegará a en tiempo real a los decisores, optimizándose la gestión de rutas, transportes y almacenes.
Antes del 2030 veremos camiones autónomos circulando por nuestras autopistas en vías especialmente dedicadas a tal efecto. El camión autónomo y propulsado por hidrógeno, será, sin duda, un nuevo desafío para el ferrocarril
La automatización, fuertemente vinculada a la digitalización y afectando a almacenes, terminales, accesos y puertas y, muy significativamente, al transporte será otro de los motores del futuro. Antes del 2030 veremos camiones autónomos circulando por nuestras autopistas en vías especialmente dedicadas a tal efecto. El camión autónomo y propulsado por hidrógeno, será, sin duda, un nuevo desafío para el ferrocarril.
Para finalizar, me gustaría remarcar que todos estos cambios en las cadenas de suministro no son realmente consecuencia de la pandemia. Todas estas evoluciones estaban ahí anteriormente, aunque quizás más suavizadas o menos evidentes. La pandemia, más que un cambio drástico al respecto, lo que ha hecho es acelerar algunas de las tendencias que ya se estaban manifestando y ralentizar otras. La combinación de todos estos elementos dibujará la cadena logística del futuro.