Paco Sánchez, pescador jubilado de Barcelona, falleció repentinamente el pasado día 10 de enero, a la edad de 73 años.
Paco era toda una institución en el mundo de la pesca en Barcelona y en el barrio de la Barceloneta. A los 17 años llegó a Barcelona, procedente de La Mamola, un pueblecito de la provincia de Granada para trabajar con su padre en la pesca, profesión que ejercería hasta el momento de jubilarse.
Paco, no sólo ejercía una profesión, sino que la sentía y la vivía. La mar era su gran pasión.
En la Barceloneta, barrio en el que echaría raíces, conoció a la que sería su esposa, María con la que tuvieron una hija, Elo y un hijo, Javi. Tuvo 4 nietos: Lucía la mayor, a la que él le cantaba “niña bonita”, Isaac, que siempre le pedía dinero para cromos, Lola su futbolera favorita, y Alex al que contaba interminables cuentos.
Pero hubo algo que le dio una especial popularidad: las procesiones en honor de la Virgen del Carmen. Para la gente de mar, la Virgen del Carmen, no es sólo la patrona, sino la protectora, la que cuida de ellos. Y Paco le tenía una profunda devoción.

Ricard Rodríguez-Martos
Director de Stella Maris – Barcelona
Antes de comenzar la procesión, ya estaba él ante la parroquia de Sant Miquel del Port, preparado con su megáfono en mano y atento a todas las personas que se acercaban a traer flores para la Virgen, cuya imagen esperaba a la entrada de la Iglesia.
Una vez que arrancaba la procesión, iba siempre cerca de la imagen que era llevada a hombros de los pescadores y sus familiares. Él era de los primeros en querer sentir sobre sus hombros el peso de su patrona. Luego, tomaba el megáfono y empezaba a cantar saetas, en el más puro estilo de su tierra natal, alternando los cantos con exclamaciones como ¡viva la Virgen del Carmen!, ¡viva nuestra patrona, la más guapa!

Ya embarcados para hacer un recorrido por aguas del puerto, animaba a la gente a cantar la Salve Marinera, atento en todo momento a la imagen de la Virgen, como cuidando que no le pasara nada.
Finalmente, cuando celebrábamos la misa sobre el muelle, subía al improvisado altar con un gran cesto repleto de pescado, como ofrenda simbólica, momento en el que, tomando el micro, recitaba un poema que había preparado con gran devoción.
Es difícil imaginar en el futuro esa procesión sin él, sin su entusiasmo y entrega.
Es difícil también imaginar el muelle de los pescadores, sin Paco dando vueltas por él.
Con estas líneas, quiero pues ofrecerle un pequeño homenaje a una persona sencilla y bondadosa, un hombre de la mar, que puso cariño, generosidad e ilusión en todo lo que hizo.
Amante de su familia y amigo de sus amigos, ha dejado una huella en el corazón de todos los que lo conocieron.
Paco ahora ha emprendido su última singladura por el mar de la vida eterna.